Un regalo que nace del sacrificio… y del amor reciclado
El 24 de junio la fundación Ayuda a la Iglesia que Sufre (ACN) celebra el Día de los Benefactores. Cada año, en la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, ACN y sus socios de proyectos en todo el mundo rezan y celebran la santa misa por las intenciones de todos los benefactores que apoyan la organización benéfica a través de sus 23 oficinas nacionales.
Cada donación que llega a ACN es motivo de gran alegría y gratitud. Detrás de cada uno de estos regalos hay una historia única, muchas de las cuales solo se conocerán en el más allá. Sin embargo, a veces Dios nos permite vislumbrar la historia detrás de estos sacrificios, para mostrarnos que la humanidad todavía es capaz de un amor que desafía toda explicación.
Un ejemplo de ello es la historia de André Silvestre, de 64 años, que vive en Caçapava, São Paulo, en Brasil. Todos los días repite la misma rutina. Sale de casa alrededor de las 5:30 de la mañana y pedalea por las calles de su ciudad, deteniéndose en cada montón de basura para recoger latas y botellas de plástico. Vuelve a casa con bolsas llenas de este material y se pone manos a la obra en la siguiente etapa de su misión: separar y triturar cada botella y lata. No necesita hacer este trabajo, pero es una forma de ayudar al equipo de reciclaje local. Una vez que todo el material se ha convertido en efectivo, se convierte en una donación a ACN, un regalo precioso para la Iglesia que sufre que proviene del sacrificio mismo.
La idea de recolectar material reciclable para donaciones comenzó cuando André conoció a Antônio, de 81 años, que caminaba 10 km todos los días recogiendo botellas y latas que luego clasificaba y vendía para su propio sustento. Conmovido por esta historia, André decidió hacerse cargo de algunos de sus kilómetros, y recoger material para luego dárselo. Más tarde, cuando Antônio murió, André decidió “reciclar” su iniciativa. Habiendo conocido el trabajo de ACN a través de los programas de televisión, se inspiró para encontrar un nuevo destino para su generosidad: “Me di cuenta de que ACN podía llegar a los ‘Antônios’ en todo el mundo y hacer más de lo que yo podría con ese dinero”.
Con el tiempo, las caminatas se volvieron difíciles para André debido al dolor de espalda y la ciática. Pero si su cuerpo mostraba signos de fragilidad, su corazón estaba más fuerte y entusiasta que nunca. A pesar de tener razones perfectamente válidas para poner fin a esta labor de amor que realizaba todos los días, encontró la manera de superar las dificultades. Empezó a recorrer el camino en bicicleta e ir más lejos en busca de material reciclable.
Los actos de bondad tienden a ser contagiosos, a medida que la generosidad de André se hizo conocida en el vecindario, otros comenzaron a separar material en sus casas para venderlo y convertirlo en ayuda económica para quienes sufren. Como André logró recaudar aún más dinero, pudo aumentar el alcance de la ayuda: las tapas de las botellas ahora se separan y se donan al albergue de la ciudad, para que pueda obtener alimentos para los necesitados. “¡De esta manera todos ganan, especialmente yo! Estoy mucho más saludable desde que comencé a hacer ejercicio por las mañanas, incluso he perdido algunos kilos que me perseguían desde que me casé”.
La sencillez de André plantea la pregunta de ¿hasta dónde estamos dispuestos a llegar para ayudar a nuestros hermanos necesitados? Por supuesto, todos nos hemos enfrentado a grandes desafíos, especialmente con la pandemia, pero en palabras de san Agustín: “Aquel cuyo corazón está lleno de caridad, siempre tiene algo que dar”. A veces, hasta los más simples gestos a favor de nuestros hermanos pueden ser expresiones de amor. ¿Por qué no reciclar esta idea?