Ucrania: Los sacerdotes no deben tener miedo
En el octavo mes de la guerra en Ucrania, la fundación Ayuda a la Iglesia que Sufre(ACN) habló con monseñor Vasylij Tuchapets, obispo greco-católico de Járkov, durante su visita a la sede internacional de la fundación en Alemania, sobre la importancia de permanecer con la gente, cómo la guerra ha afectado el trabajo pastoral y las necesidades en el este de Ucrania a medida que se acerca el invierno.
El primer día de la invasión, en febrero de este año, monseñor Tuchapets se levantó a las cinco de la mañana con el ruido de las explosiones del bombardeo de los rusos a Járkov. De camino a la catedral, vio a la gente en pánico. Muchos trataban de llegar a la estación con su equipaje. El transporte urbano no estaba operando y había largas filas en las estaciones de gasolina.
Su primera instrucción ese día fue que todos los sacerdotes permanecieran en sus parroquias, cerca de los fieles que les habían sido confiados. Al mismo tiempo, tenían que velar por la seguridad de sus familias, puesto que la mayoría del clero diocesano greco-católico está casado y tiene hijos.
Una noche después de la misa, el obispo salía de la catedral cuando se le acercó un grupo de jóvenes de la zona que nunca había visto en la iglesia. “Gracias por quedarse con nosotros” le dijeron. La sola presencia de alguien que reza por ellos levanta el ánimo de la gente; dice el obispo: “No hay que tener miedo, el Señor nos bendecirá. Si un sacerdote huye, todos pierden.”
“Nosotros aramos, otros cosecharán”
El exarcado de Járkov, creado apenas en 2014, tiene una extensión de 84000 km2 -aproximadamente el territorio de Austria- e incluye las regiones de Járkov, Poltava y Sumy, con una población de más de cinco millones. Esta región, tradicionalmente ortodoxa, fue fuertemente secularizada durante la época soviética.
“Comenzamos nuestro trabajo con los fieles de la iglesia greco-católica, en su mayoría por antiguos estudiantes que se quedaron en Járkov y por antiguos deportados a Siberia —dice el obispo— pero ahora la mayoría de los feligreses son personas que viven en la zona que han encontrado su fe a través del contacto con nuestras parroquias. Creo que nuestra tarea es arar para preparar el terreno, después de nosotros vendrán los que sembrarán y las próximas generaciones ya cosecharán, como dijo san Pablo”.
La pastoral está cambiando con la guerra en Ucrania, señala monseñor Tuchapets. Muchas personas se han ido, pero han llegado otras en busca de ayuda y refugio. La gente viene a la catedral de Járkov todos los días, y no solo para recibir ayuda humanitaria. Tienen preguntas y buscan respuestas. “La mayor parte de las personas que vienen a rezar en estos momentos han empezado a venir durante la guerra. A veces, tras años de convivencia, piden el matrimonio o el bautismo para sus hijos”, explica el obispo.
“Las clases escolares son virtuales por razones de seguridad” afirma monseñor Tuchapets. Algunos han pasado meses encerrados en sus casas, sótanos o refugios. Las religiosas y los animadores organizan juegos, reuniones y catequesis dos veces por semana para los que quieren. “Así que seguiremos con nuestros encuentros para niños”, dice el obispo. Para algunos, es su primer contacto con la oración. El trabajo pastoral con los niños incluye los campamentos de verano, llamados “vacaciones con Dios”, que tienen lugar gracias al apoyo de ACN. Durante la guerra, los campamentos no solo se mantuvieron, sino que su número aumentó.
Las parroquias rezan a diario por el fin de los ataques y por la paz. “Como cristianos, sabemos bien que la fuerza la da el Señor y no los números del ejército”, dice Mons. Tuchapets. En la catedral la liturgia diaria se celebra en la iglesia subterránea, ya que la superior se utiliza como almacén de ayuda humanitaria.
El invierno no será fácil, la ayuda sigue siendo necesaria
La ayuda comenzó a llegar a Járkov poco después de que comenzara la guerra en Ucrania. Con el tiempo, los sacerdotes y los voluntarios se han convertido en expertos en clasificar los alimentos, la ropa, las medicinas, los productos de higiene, los artículos para niños, etc., para poder dar así rápidamente a la gente lo que necesita. Entre 1.500 y 2.000 personas, procedentes de toda la ciudad, siguen acudiendo a la catedral en busca de ayuda porque aquí pueden conseguir diversos artículos en un solo lugar.
Sin embargo, debido a la escasez de productos, pero también al racionamiento para almacenar suministros para el otoño y el invierno para nuevos refugiados, la distribución de ayuda se ha reducido de ser tres días a la semana a ser sólo uno.
Los bombardeos rusos han dañado gravemente las aldeas locales, por lo que la gente busca refugio en la ciudad. “Los daños en Járkov se reparan rápidamente y las infraestructuras funcionan, pero este invierno no será fácil”, advierte el obispo. Muchos edificios tienen las ventanas rotas por los bombardeos, así que la primera tarea es garantizar que la gente pueda mantenerse caliente en sus pisos. Se siguen necesitando alimentos, artículos de abrigo y medicamentos, siendo estos últimos una prioridad, ya que el frío vendrá acompañado de enfermedades estacionales. «Seguimos necesitando ayuda para la gente y esta necesidad continuará durante mucho tiempo, porque la gente ahora no tiene trabajo ni ingresos, así que debemos proporcionar al menos cosas básicas», afirma monseñor Tuchapets.
ACN fue la primera organización benéfica que Mons. Tuchapets visitó tras ser nombrado obispo de Járkov en 2014. A lo largo de los años, la diócesis y ACN han puesto en marcha muchos proyectos, como la construcción en curso de la catedral y otras iglesias, centros parroquiales e infraestructuras, apoyo a sacerdotes y hermanas, proyectos de catequesis y trabajo con niños y jóvenes.
Dirigiéndose a todos los benefactores de ACN, Mons. Tuchapets dice: «¡Gracias por su apoyo y cooperación! Así es como difundimos la Palabra de Dios en el este de Ucrania, donde estuvo prohibida durante casi 80 años de comunismo. El renacimiento de la fe necesita mucho tiempo y mucho trabajo, empezando por las estructuras básicas que proporcionarán un lugar para la oración y la catequesis y la posibilidad de que los sacerdotes vivan cerca de su pueblo. Cada uno de nuestros sacerdotes celebra la misa al menos una vez al mes por las intenciones de nuestros benefactores. Les agradezco esta colaboración y espero que continúe. Que el Señor os bendiga por vuestro ministerio, tan importante para la Iglesia».