Sudán del Sur: “Rezo para que todos sean uno”
Kinga Schierstaedt, coordinadora de proyectos en África de la Fundación Pontificia Internacional ACN, ha viajado a Sudán del Sur, país africano sin salida al mar y que limita con la República de Sudán, el país vecino más grande del norte. Sudán del Sur ha sufrido terriblemente en los últimos años a causa de varios conflictos y de la guerra civil. A su regreso, Schierstaedt habla sobre la situación en el país y sobre el papel que desempeña allí la Iglesia.
Sudán del Sur no se independizó de Sudán hasta 2011 y ha sufrido mucho a causa de guerras. Sudán del Sur es el país más joven del mundo. ¿Podría contarnos algo más sobre este país y su historia más reciente?
Sudán del Sur es un país de extremos que ostenta numerosos récords, y no todos buenos. Hubo dos guerras entre el norte y el sur del antiguo Sudán, la primera en 1955 y la segunda en 1983. Cuando Sudán del Sur alcanzó finalmente la independencia en 2011 había grandes esperanzas puestas en un nuevo comienzo, pero en 2013 estalló una guerra civil que duró hasta el acuerdo de paz de 2018.
Dicho conflicto se cobró millones de muertos y desplazados, e incontables personas siguen traumatizadas hasta el día de hoy.
Ese conflicto ha debido de afectar gravemente al desarrollo del país…
En efecto, millones de niños no pudieron asistir con regularidad a la escuela al verse desplazados de sus hogares. Esto explica que Sudán del Sur tenga uno de los niveles de alfabetización adulta más bajos del mundo, con sólo un 35% capaz de leer. Lo más sorprendente de todo es que Sudán del Sur ocupa el penúltimo lugar en el Índice de Desarrollo Humano del PNUD, a pesar de ser rico en recursos naturales como petróleo y oro.
¿Cómo han afectado la agitación social y los conflictos a la Iglesia católica de Sudán del Sur?
Sin duda, han afectado negativamente al desarrollo de la Iglesia y a su capacidad para atender a la población del país. Así, por ejemplo, la diócesis de Yei, en el sur del país, sufrió terriblemente durante las guerras. Según su obispo, aproximadamente el 60% de los habitantes de la diócesis tuvieron que huir, por eso cuenta con una infraestructura subdesarrollada. El obispo no tiene una sede episcopal propiamente dicha, sino solo una cabaña y dos ordenadores. Hay nueve parroquias en funcionamiento, pero algunas de ellas no cuentan con iglesias en funcionamiento, ya que muchas fueron destruidas durante la guerra.
Esa diócesis no tiene hospitales ni escuelas y solo cuenta con una clínica. Tiene una ambulancia, pero ahora no pueden utilizarla. La ambulancia tiene un agujero de bala en una ventana: durante la guerra, esa bala mató a una religiosa eslovaca cuando conducía. El vehículo ha sido incautado como parte de una investigación policial, esa es la razón por la que no se puede utilizar. Todos los medicamentos que tienen son fruto de donaciones, la mayoría de los prospectos están en francés o alemán y, como nadie en la clínica sabe leer francés o alemán, no saben cómo usarlos. No obstante, y a pesar de estas dificultades, la gente está empezando a regresar a sus hogares y eso despierta nuevas esperanzas. En este contexto, la gente recurre a la Iglesia como fuente de esperanza.
Por lo que dice, parece que la gente es cercana a la Iglesia. ¿Cómo describiría la fe en Sudán del Sur?
El cristianismo es una parte importante de la identidad sursudanesa. Es una de las cosas que distingue a Sudán del Sur de la República de Sudán, el país del norte, que es mayoritariamente musulmán. De hecho los sursudaneses tienen una larga historia de oposición a la islamización que el norte siempre ha tratado de aplicar en su país.
El papa Francisco ha contribuido a la paz en Sudán del Sur. Por ejemplo, en 2019, en Roma, besó los pies del presidente y del vicepresidente sursudaneses, que eran rivales políticos, y les pidió que hicieran las paces. Esto tuvo un enorme impacto, también fue muy importante la visita del pontífice a Sudán del Sur en 2023. El lema de aquella visita – “Rezo para que todos sean uno”- revistió un significado especial en un país como Sudán del Sur, que ha sufrido tanto por las divisiones tribales y la guerra civil.
Menciona usted las divisiones tribales en Sudán del Sur. El tribalismo es uno de los factores que condujeron a la reciente guerra civil en Sudán del Sur. ¿Es algo con lo que también tiene que lidiar la Iglesia?
El tribalismo afecta a todos y cada uno de los aspectos de la sociedad sursudanesa, incluida la Iglesia. Alguien de ese país me dijo que “la sangre de nuestra tribu es más espesa que el agua de nuestro bautismo”. En muchos casos, vemos que las prácticas tribales están muy arraigadas en la cultura. Así, por ejemplo, algunas tribus practican la poligamia; los hombres se casan con varias mujeres, algunas de ellas muy jóvenes, lo cual puede tener consecuencias trágicas. Por ejemplo, cuando visitamos la diócesis de Rumbek, iban a bautizar a un bebé muy enfermo cuya madre había estado casada con un hombre que tenía varias esposas y que era tan mayor como para ser su abuelo. Esta joven perdió las ganas de vivir y dejó de comer, a pesar de estar embarazada, y por esa razón el bebé nació muy enfermo. Una religiosa se lo llevó al obispo para que lo bautizara, el bebé murió dos horas después. Aunque algunos digan que se trata de la cultura de esa gente y que, por tanto, se debe permitir la poligamia, la Iglesia está intentando abordar esta cuestión, pues esta práctica tiene un impacto muy negativo en la vida de las personas y las mujeres sufren profundamente las consecuencias, además de que va en contra de la doctrina de la Iglesia.
¿Qué otros retos afronta la Iglesia en Sudán del Sur?
Una de las cosas que, en comparación con la Iglesia de otros países africanos, más llaman la atención es el número relativamente pequeño de vocaciones nativas. Hay muchas razones para ello, como el bajo nivel educativo y los trastornos causados por las guerras. Además, el hecho de que las chicas se casen bastante jóvenes hace que nunca estén en condiciones de seguir una vocación. Esta falta de vocaciones significa que los sacerdotes tienen que abarcar más trabajo, por lo que acaban agotados, pues atienden a sus fieles en condiciones inimaginables.
Otro problema reside en el transporte y las comunicaciones. Muchos sacerdotes viven muy aislados y, pese a ser muy queridos por las comunidades a las que sirven, se sienten solos y cansados. Los sacerdotes están tan aislados por las distancias, pero también por el mal estado de las carreteras. Nosotros mismos pudimos comprobarlo: ¡en uno de nuestros vehículos se pincharon dos ruedas en un solo trayecto!
¿En qué áreas planea ACN ofrecer su apoyo?
En este país tiene necesidad de llevar a cabo proyectos de infraestructuras, como la construcción de nuevas iglesias y la renovación de las existentes. Sin embargo, nosotros creemos que en este momento urge más invertir en la gente y en el clero. Todavía hay muchas personas y desplazados traumatizados. Sigue habiendo mucha agresividad, dolor y tensiones originados por los conflictos y eso hay que resolverlo. Por esta razón, estamos estudiando apoyar proyectos relacionados con la curación de los traumas. Finalmente, y como ya he mencionado, en Sudán del Sur hay muchos sacerdotes agotados, por eso, apoyarlos con retiros espirituales y años sabáticos constituye para nosotros otra prioridad.