Secar las lágrimas donde Dios llora

Ayuda para el sustento de tres religiosas en una parroquia pobre

religiosas en República Dominicana

Para la mayoría de las personas, la República Dominicana es un destino vacacional paradisíaco con playas de ensueño. Sin embargo, muchos se sorprenden al descubrir que también existe una profunda pobreza en el país.

La zona occidental, que limita con Haití —vecino sacudido por múltiples crisis—, es una región prácticamente olvidada, que enfrenta serios desafíos económicos, sociales y pastorales. La miseria es especialmente evidente en los llamados bateyes, que originalmente fueron asentamientos temporales formados por barracas para alojar a los trabajadores estacionales de las plantaciones de caña de azúcar durante la primera mitad del siglo pasado. Hoy en día, alrededor de 200,000 personas viven de forma permanente en estos asentamientos, muchos de los cuales carecen de electricidad y agua potable.

Uno de estos lugares es el Batey 5, ubicado en la diócesis de Barahona, al suroeste del país. Allí, desde 2017, tres religiosas de la congregación de las Hermanas Misioneras de María Inmaculada y Santa Catalina de Siena —conocidas como las Lauritas— atienden la parroquia San Martín de Porres. Muchos fieles trabajan en condiciones muy duras en las plantaciones de caña, soportando un calor sofocante y ganando menos de 10 dólares al día. Otros laboran en una fábrica de azúcar, donde las condiciones también son difíciles y los salarios bajos. Los habitantes, en su mayoría descendientes de haitianos, luchan a diario por sobrevivir y cuentan con escasas oportunidades de superación.

Las Lauritas acompañan a la comunidad con un compromiso admirable: cuidan a niños y jóvenes, participan activamente en la pastoral de la parroquia, forman a los catequistas y brindan orientación y apoyo a quienes lo necesitan. Además, administran un centro de día para 18 adultos mayores, cuatro de los cuales viven completamente solos. Cuando alguno debe ser trasladado al hospital, una de las hermanas lo acompaña y se registra como familiar para que reciba una atención más digna.

Las religiosas viven en condiciones sumamente modestas. En especial, padecen los constantes y prolongados cortes de energía eléctrica, que suelen durar entre ocho y diez horas, tiempo durante el cual dependen de velas o linternas para continuar con su labor.

El obispo local trata de apoyarlas, pero la Iglesia cuenta con recursos muy limitados en esta región tan empobrecida. Por ello, este año queremos brindar una ayuda para el sustento de estas tres religiosas, que entregan su vida con generosidad al servicio de los más necesitados. El monto solicitado es de 2.700 euros.

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