Perú: Desafíos en la “tierra ensantada”
“Atravesamos la selva amazónica, subimos hasta 5.000 metros sobre el nivel mar en las montañas de Los Andes y nos adentramos en el desierto. Pisamos ‘tierra ensantada’, como la llama el papa Francisco”, dijo Luis Vildoso, encargado de proyectos para Perú de la fundación Ayuda a la Iglesia que Sufre (ACN).
Vildoso habló, en entrevista con ACN, a la llegada de su reciente viaje a dicho país y describió el trabajo y los desafíos pastorales que tiene la Iglesia en regiones de difícil acceso como la vicaría de Yurimaguas (en la región Loreto), la prelatura de Moyobamba (en la región San Martín) y la prelatura de Huancané (en la región de Puno).
ACN: ¿Qué papel tiene la Iglesia católica hoy en Perú?
Luis Vildoso: La sociedad peruana reconoce el valor y el gran aporte de la Iglesia. Basta con ir a ciudades como Lima, Cuzco o Arequipa para ver su presencia en las capillas, en los nombres de las calles y de los distritos, y en el legado que dejaron los santos, beatos y venerables peruanos, que son más de 50.
Cuando conversamos con algunos misioneros extranjeros presentes en el país, nos dijeron que la Iglesia en Perú es como un jardín que debe ser cuidado y regado, porque todavía se puede anunciar la fe sin muchas dificultades y hay una profunda sed de Dios y gran piedad popular.
La Iglesia está presente donde ninguna otra institución lo está. La Iglesia ha jugado un rol fundamental en la evangelización en la Amazonía peruana, en Los Andes del sur y en algunas zonas de periferia urbana; se dedica a evangelizar y atender las necesidades materiales y espirituales de la gente. Según los testimonios de entrega y amor que nos compartieron muchas personas, estoy convencido de que estos sacerdotes y misioneros ven el rostro de Jesús reflejado en esas personas, que tienen mucha sed de Dios.
¿Cómo colaboran los laicos en esta misión de la Iglesia?
Como dijo el papa Francisco, Perú es una “tierra ensantada”, y esto se refleja en la expresión de la fe en cada lugar. En nuestro viaje fue muy bonito ver en la Amazonía cómo los laicos son animadores en la Iglesia. Nos pareció que son verdaderos héroes, son los guardianes de la fe en cada comunidad, porque casi no hay sacerdotes ni religiosas. Son los laicos los que celebran la liturgia de la palabra, por ejemplo, y manifiestan su fe con alegría para que su pueblo no la pierda.
Cuando visitamos el vicariato apostólico de Yurimaguas, coincidimos con una reunión de formación de animadores laicos, evento que ACN apoyó, y fue muy interesante ver cómo ellos estaban recibiendo formación bíblica para acompañar y sostener a su comunidad ante el crecimiento de las sectas.
¿Hubo algo durante el viaje que le haya llamado profundamente la atención?
Recuerdo con mucho cariño nuestro paso por la prelatura Santiago Apóstol de Huancané. Tomamos desayuno con un sacerdote en su casa parroquial y una familia que se encarga de cuidar la iglesia. Cuando terminamos de hablar y de que nos contaran todas sus necesidades fuimos a la Iglesia que estaba a un lado de la casa. Tan pronto entramos al templo, toda la familia se puso de rodillas y empezaron a rezar en quechua. Esto me transmitió un sentido de religiosidad y de reverencia muy profundo, porque ellos sabían ante quién estaban, ante el Santísimo Sacramento.
También pienso en los misioneros, entre los cuales hay varios extranjeros en los lugares más remotos. Fue una experiencia que, sin duda, atesoro en el corazón. Pero al mismo tiempo, uno constata lo dura que es la misión. Es gente que arriesga su vida, porque en algunas carreteras, como la ruta a Sandia, en la prelatura de Huancané, hay un gran precipicio al lado de la carretera y muchas carreteras no están asfaltadas. Los misioneros recorren grandes distancias y soportan la inclemencia del clima. Atraviesan la niebla, se exponen al sol y al frío de las montañas. Son condiciones muy extremas que están dispuestos a vivir para servir y atender a los más necesitados.
¿Qué desafíos tiene la Iglesia en Perú?
Un primer desafío es que en todos los lugares que hemos visitado hay una gran carencia de clérigos y de personal religioso. El segundo desafío es el contraste entre la riqueza cultural y de recursos naturales con la injusticia social y desigualdad. En medio de esta realidad dolorosa, la Iglesia está evangelizando, promoviendo valores y tratando de acompañar a estas personas. La pobreza también es una gran dificultad para la Iglesia local, porque en lugares como los que hemos visitado no se generan los ingresos económicos suficientes para el sostenimiento de los sacerdotes ni su trabajo pastoral. Por último, en las zonas de misión de Perú hay grandes distancias y mucha dificultad para acceder a ellas, ya sea en la parte alta de los Andes o en lo profundo de la selva. Incluso hay comunidades a las que se tiene que llegar cruzando los ríos.
En Arequipa visitamos el monasterio de clausura de la congregación de la Orden de Monjas Justinianas Canonesas Regulares, cuya vocación es rezar por el clero. Esto me hizo pensar en que, por un lado, hay una escasez de sacerdotes y religiosos y, por el otro, tenemos a la Iglesia contemplativa, que reza para que el Señor mande obreros a su mies.
¿Cómo ayuda ACN a la Iglesia en Perú?
La contribución de ACN al país se remonta muchos años atrás. El impacto de la ayuda se puede ver en la formación del clero, que continúa hasta la actualidad. En muchos lugares, los sacerdotes nos dijeron “yo he sido formado gracias a ACN”. La formación de los seminaristas es una de nuestras prioridades. Hay que valorar la formación en la fe y tomarse en serio las palabras del papa Francisco de que esta es una “tierra ensantada”.
Ha sido muy bonito encontrar que en sitios como la prelatura de Huancané, la congregación de las Misioneras de Jesús Verbo y Víctima maneja y distribuyen algunas publicaciones de ACN como la “Biblia de los niños”, “Yo rezo en el rosario”, “Yo creo” y el “YouCat”. Estas religiosas, por ejemplo, las utilizan para el acompañamiento espiritual de la población.