Madagascar: “A las mujeres se les paga por llevar el burka”
Mons. Georges Varkey Puthiyakulangara es el Obispo de Port-Bergé, en el norte de Madagascar. En una entrevista durante su visita a la sede central de la fundación ACN el pasado 20 de febrero, habla de los desafíos que afronta la Iglesia, entre los cuales se encuentran tanto la islamización de la isla como la influencia de la brujería. Entrevista realizada por Amelie de La Hougue.
ACN: ¿Están los cristianos, mayoritarios en el país, presentes en toda la isla?
Mons. Georges Varkey: Su presencia varía mucho según las diócesis. El catolicismo está muy presente en la región de la meseta, evangelizada hace 160 años, pero en mi diócesis no es así: de los 800.000 habitantes, solo entre 25.000 y 30.000 son católicos y luego hay unos pocos creyentes de otras confesiones. El 95% de la población es lo que llaman animista.
¿La población sigue estando fuertemente vinculada a la brujería?
¡Sí, mucho! Debido a las creencias en la brujería, se me prohíbe incluso entrar en ciertos pueblos. Así, por ejemplo, en mi diócesis, una mujer fue a impartir el Catecismo a un pueblo al que no puedo acudir, y su casa fue incendiada dos veces. Tuvo que mudarse. La brujería está todavía muy presente en los pueblos de la selva; por falta de educación, la gente no conoce otras cosas.
¿Cómo son las relaciones con el Islam?
Antes las relaciones con los musulmanes eran buenas, pero desde hace algún tiempo están surgiendo islamistas y nos enfrentamos a la islamización del país. El número de musulmanes está aumentando fuertemente: antes solo había comoranos, paquistaníes y unos pocos malgaches musulmanes, pero ahora los islamistas están llegando del extranjero, no sabemos cómo, y también hay reclutamientos en el país. Se están construyendo mezquitas por todas partes, y hay un acuerdo con el Gobierno para construir 2.400 (!). En mi diócesis, por ejemplo, no hay musulmanes, pero se están construyendo muchas mezquitas. También vienen a convertir a la gente, abren escuelas coránicas y dan becas a los niños que acuden a ellas. También hemos sabido que en las universidades, a las jóvenes (no musulmanas) se les paga tres euros al día por llevar el burka. ¡Se aprovechan de la pobreza del pueblo, especialmente de los estudiantes que necesitan dinero! Aquí, el 85% de la población vive por debajo del umbral de pobreza.
¿Cuál es el mayor desafío para la Iglesia en Madagascar hoy en día?
Uno de los retos más importantes para nosotros es la educación. En mi diócesis, alrededor del 70% de los jóvenes son analfabetos porque no hay escuelas cercanas y no hay suficientes medios de transporte y de comunicación. Intento que vengan comunidades religiosas, pero es difícil. El 53% de la población tiene menos de 18 años. Nosotros queremos educar a los jóvenes para devolverles su dignidad, para ayudarles a encontrar trabajo, para educar mejor a sus hijos, para hablarles de Dios, para ayudarles en su vocación… Pero es difícil encontrar profesores dispuestos a ir a zonas aisladas.
¿Es cierto que en el país también se registra a una fuerte corrupción?
Sí, la corrupción es terrible. El Gobierno está poniendo en marcha planes para combatirla, pero es difícil porque está muy arraigada…
Por otra parte intentamos luchar contra la “justicia popular”, a saber, que la gente se tome la justicia por su mano. Dada la pobreza existente (que disminuye en las grandes ciudades, pero aumenta en los pueblos), a veces, por el simple robo de una gallina, el ladrón es juzgado por la gente del pueblo y luego se encuentra su cadáver. Trabajamos mucho desde la Iglesia para educar a la gente, a través de nuestras homilías, la enseñanza del Catecismo y también a través de las Comisiones de Justicia y Paz, presentes en todas las diócesis. Tratamos de estar lo más cerca posible del pueblo malgache, sea cual sea su religión o sus creencias, para ayudarles e infundirles esperanza para luchar contra la corrupción.
Madagascar tiene previsto plantar 100 millones de árboles para luchar contra los desastres naturales.
Sí, porque en Madagascar nos enfrentamos a dos extremos: las inundaciones en el norte (en mi diócesis, recientemente, debido a ellas, 1.600 casas resultaron dañadas) y las sequías en el sur. La Iglesia y el Gobierno están animando a la gente a plantar árboles para luchar contra la deforestación. Por ejemplo, en el terreno que fue donado para albergar la gran Misa con el Papa en septiembre pasado, se plantará un vivero. Yo animo a los malgaches a plantar árboles frutales, pero también arroz, mandioca, etc., para que puedan alimentarse.
¿Suscitó esperanza la llegada del Papa Francisco en septiembre pasado?
La llegada del Papa fue realmente una bendición para todo el país. Todas las confesiones acudieron para escucharlo, incluso los que criticaban a la Iglesia. Hubo más de un millón de personas en la Misa. Todo el mundo olvidó sus problemas para aprovechar su presencia, realmente vieron en él a un hombre de Dios, atento a todos. Su llegada dejó una impronta duradera en los corazones.
¿Tiene usted un mensaje para nuestros benefactores?
Sí, que les agradezco su ayuda. Gracias a ACN, hemos podido construir una capilla en la prisión donde yo era capellán, así como una sala donde hemos podido instalar una biblioteca, impartir el Catecismo y luchar contra el analfabetismo. Esto ha infundido esperanza en los prisioneros, que han podido ver así el rostro misericordioso de la Iglesia, que está ahí para ayudarlos y mejorar así sus condiciones de vida.
También les pido que recen por mi diócesis, pues esta abarca 33.367 km2 y sólo tengo 33 sacerdotes: realmente necesito vocaciones, misioneros para evangelizar y anunciar la Buena Nueva. Afrontamos muchos desafíos, pero Dios y la Virgen María nos infunden valor para seguir adelante. Llevamos nuestra cruz, pero seguimos confiando en Dios. Y también rezamos por todos nuestros benefactores.