La hermana franciscana secuestrada en Malí envía una nueva carta a su familia
LA HERMANA RELIGIOSA FRANCISCANA GLORIA CECILIA NARVÁEZ (57 años), secuestrada en 2017 en Karangasso, Malí, ha enviado otro mensaje, a través de Cruz Roja Internacional, a su hermano Edgar Narváez Argoti. La nota, de 11 líneas, fue mostrada a Ayuda a la Iglesia que Sufre. Está fechada el 3 de febrero de 2021. La familia recibió la carta en mayo.
«Les envío a todos mi más cordial saludo. Que el buen Dios les bendiga y les conceda salud. He estado presa durante cuatro años, y ahora estoy con un nuevo grupo», escribe. La hermana Gloria identifica al grupo terrorista que la tiene secuestrada como el GSIM (Groupe de Soutien à l’islam et aux Musulmans), el Grupo de Apoyo al Islam y a los Musulmanes.
Según todos los indicios, se trata de un grupo perteneciente a una alianza yihadista en el Sahel, con vínculos con Al Qaeda. En su carta, la hermana Gloria pide las oraciones de todos, para que consiga su ansiada libertad. «Que todos recen mucho por mí. Que Dios los bendiga a todos. Tengo la esperanza de que Dios me ayude a recuperar mi libertad. Su cariñosa hermana, Gloria».
La nota está dirigida a su hermano Narváez, maestro de escuela en la ciudad de Pasto, en Colombia, donde ella nació. En declaraciones a ACN desde Colombia, su hermano recordó que en la primera nota que envió a su hermana le informó de que su madre, Rosita Argoti de Narváez, había fallecido en septiembre de 2020 a la edad de 87 años, «sin poder soportar más la tristeza y la desesperación». Su hermana le había contestado meses después: «Envió saludos a la familia, dijo que estaba bien de salud y pidió que se hiciera un llamado a las autoridades aquí en Colombia para que tomaran medidas que le permitieran salir y regresar a Colombia.»
Sobre el estado de salud de su hermana, según las últimas informaciones que ha podido obtener a través de la Cruz Roja, Narváez dijo a la ACN que su hermana se encuentra bien, aunque la liberación en octubre del año pasado de su compañera de secuestro, la doctora francesa Sophie Petronin, con la que había compartido su cautiverio, la ha afectado mucho. «Su separación causó un gran daño psicológico y mental a mi hermana, porque habían compartido cuatro años de amistad. Se llevaban muy bien y eran muy buenas amigas», dijo.
Narváez explicó que las dos mujeres habían pasado la mayor parte del tiempo juntas en el campamento de los yihadistas. El hermano dijo: «Estuvieron juntas durante cuatro años, vivían juntas, comían juntas, dormían en la misma tienda. Estaban vigiladas pero gozaban de cierta libertad. Hasta cierto punto, podían salir al exterior y contar las estrellas, los guijarros y los animales que pasaban, para matar el tiempo, porque no tenían otra cosa que hacer. Les daban el desayuno, la comida y la merienda, había medicinas y un médico, y las trataban bien porque eran mujeres, y debido al hábito religioso de mi hermana le mostraban un gran respeto».
Tras la liberación de Sophie Petronin, «la trasladaron al grupo mencionado en su carta, el GSIM, en un lugar aún más remoto. Pero poco a poco se fue recuperando mentalmente, y ahora vuelve a estar bien», añade su hermano. «Está agotada físicamente, muy delgada, con la cara quemada por el sol y el clima de la región de Malí, pero gracias a Dios está bien. Es muy fuerte».
Sin embargo, lamentablemente, una misión internacional encabezada por Colombia, que había viajado a África con el objetivo de conseguir su liberación, fue suspendida en junio. «Salieron en marzo y volvieron tres meses después, aunque la intención había sido quedarse hasta agosto de 2021», dijo a la AIN una decepcionada Narváez. La misión de rescate se suspendió debido al empeoramiento de la situación tras el reciente golpe de Estado en Malí. Pero Edgar Narváez admitió que está «un poco triste y desconcertado» por esta noticia, porque «el grupo colombiano que fue a buscarla ha regresado, y mi hermana sigue sola. Aunque esperamos que puedan volver pronto a Malí».
Conseguir su liberación es lo que más desea en el mundo: «Eso es lo que todos queremos. Eso es lo que mi madre anhelaba: verla libre y morir en paz. Pero no fue así».
-Paulo Aido