La vida en la Ciudad Vieja de Jerusalén es difícil para los cristianos, y muchos de los que aún residen allí viven en condiciones de pobreza. Por ello, ACN ha estado apoyando a familias en situación vulnerable a través de proyectos impulsados por el Patriarcado Latino.
La Ciudad Vieja de Jerusalén es un lugar fascinante para visitar. Sus estrechas callejuelas empedradas rezuman historia y tradición, reflejando siglos de sufrimiento y alegría, victorias y derrotas. En este espacio conviven cristianos, musulmanes y judíos, quienes transitan, trabajan y oran en una cercanía que puede generar tanto profundas amistades como tensiones. Turistas y peregrinos suelen quedar profundamente impactados por la ciudad y su entorno, considerándola uno de los puntos más memorables de cualquier visita a Tierra Santa.
Sin embargo, vivir en la Ciudad Vieja de Jerusalén presenta grandes desafíos. Durante un reciente viaje a Tierra Santa, una delegación de Ayuda a la Iglesia que Sufre (ACN) acompañó a Dima Khoury y George Halis, colaboradores del departamento de Servicios Sociales del Patriarcado Latino de Jerusalén, en visitas a algunas de las familias cristianas que aún residen en el barrio cristiano de la Ciudad Vieja.
Un estrecho arco conduce a un patio compartido por nueve familias. Todas las viviendas, propiedad de la Custodia de Tierra Santa, son asignadas a familias cristianas, como la de Jeanette. Su pequeño apartamento cuenta con una cocina, una sala, un baño y un dormitorio dividido en dos espacios: uno para ella y su esposo, y otro para sus cuatro hijos. Debido a que la mayoría de las calles de Jerusalén están cubiertas, apenas entra la luz solar, lo que hace que las casas sean húmedas y poco ventiladas. Aquellos con mayores recursos suelen mudarse fuera de la Ciudad Vieja, dejando en la zona a los más desfavorecidos.
Aun así, Jeanette se siente afortunada de vivir en la ciudad donde Jesús fue crucificado y resucitó:
«Por supuesto que me considero privilegiada, porque Jesús vivió aquí. Soy una creyente ferviente y siempre voy a la iglesia a orar. Llevo a mis hijos a misa todos los domingos y organizo actividades para los niños de la Ciudad Vieja, como enseñarles sobre su fe y ensayar cantos en coro», cuenta Jeanette a ACN.
La vida en Jerusalén es extremadamente costosa. Jeanette trabaja como limpiadora, pero su esposo, quien es obrero, solo ha conseguido empleos esporádicos desde el inicio de la guerra en Gaza, lo que hace que sus ingresos sean insuficientes para cubrir sus necesidades.
Afortunadamente, ACN ha brindado apoyo a través de varios proyectos en colaboración con el Patriarcado Latino de Jerusalén:
«Dependo de los cupones de alimentos financiados por ACN. Además, ACN cubre la matrícula de mi hijo en la Universidad de Belén y paga nuestras facturas de agua y electricidad», explica Jeanette.
«A veces, cuando mi nevera estaba vacía, llamaba llorando a Dima en el Patriarcado Latino para pedir ayuda. Otras veces, ellos me llamaban antes para avisarme que había cupones de comida disponibles y que podía recogerlos en un supermercado o a través de un proveedor», añade, expresando su gratitud a ACN por el apoyo recibido.
“Sin cristianos, aquí no hay vida”
George y Dima continúan guiando a la delegación de ACN por las calles de la Ciudad Vieja hasta llegar a otro patio similar al anterior, donde varias viviendas están igualmente abarrotadas.
Iyad trabajaba como cocinero en la Abadía de la Dormición, pero con la disminución del turismo ahora solo labora tres días a la semana. Su esposa, Samar, es beneficiaria del programa de creación de empleo financiado por ACN y recientemente comenzó a trabajar en la escuela católica privada a la que asisten sus hijos. A pesar de su difícil situación económica, las familias cristianas prefieren enviar a sus hijos a escuelas privadas cristianas para garantizarles la mejor educación y un entorno seguro.
La familia de Iyad ha vivido en la Ciudad Vieja por generaciones, y ni él ni Samar planean irse:
«Somos de Tierra Santa y aquí nos quedaremos. Seguimos a Jesús, somos creyentes y queremos permanecer en nuestra tierra. Sin cristianos, aquí no hay vida», afirma Iyad.
Sin embargo, para sus tres hijos, la situación es diferente. Samar cuenta que su hija habla constantemente de emigrar:
«Ella quiere irse, y aunque yo deseo quedarme, me preocupa que si se van al extranjero siempre estaré angustiada por ellos».
Precisamente, el objetivo de los proyectos que ACN apoya a través del Patriarcado Latino de Jerusalén es permitir que los cristianos puedan permanecer en Jerusalén y en toda Tierra Santa. Sin embargo, la actual situación de conflicto en Gaza y Cisjordania hace que esto sea cada vez más difícil.
«Es complicado, pero nos apoyamos en nuestra fe. No perdemos la esperanza, porque eso es lo que podemos hacer», señala Samar.
Además del programa de creación de empleo, esta familia también recibe cupones de alimentos y becas para la educación de sus hijos.
«Gracias por todo lo que hacen para mantener viva la presencia cristiana en Tierra Santa y, en particular, en la Ciudad Vieja», expresan con gratitud a ACN.