El jefe de Proyectos de ACN para Asia Central hace un balance positivo de la visita del Papa:
“En Mongolia se ha sentado la base para el rumbo futuro”.
El papa Francisco estuvo en Mongolia del 1 al 4 de septiembre para visitar a la pequeña, pero creciente, comunidad católica y para reunirse con otros líderes religiosos del país. El responsable de proyectos de ACN para Asia Central, Peter Humeniuk, que participó en el viaje, presenta en una entrevista con María Lozano sus conclusiones acerca de la visita del Papa y de lo que puede significar para el futuro del país y de toda la región.
¿Cómo resumiría el viaje de tres días del Papa a Mongolia? ¿Qué destacaría de él?
Esta visita pontificia, que ha sido una sorpresa para muchos, vino precedida por la pregunta de si realmente podría tener lugar… y, al final, ha resultado ser un viaje pontificio muy exitoso.
Aquí, en Mongolia, se ha sentado la base para el rumbo futuro. Además, me han impresionado la intuición y sensibilidad de las que ha hecho gala el santo padre en este contexto tan complicado.
Previamente al viaje, muchos también se preguntaron por qué el Papa visitaba precisamente un país cuyos habitantes son mayoritariamente budistas y que tiene tan pocos católicos y una infraestructura eclesiástica tan pequeña. La respuesta solía ser que el Papa acude a las periferias y, ciertamente, en este caso lo ha hecho. Pero resulta que al acudir a las periferias, el Papa, en realidad, ha ido al centro, al mismo corazón.
¿Qué quiere decir exactamente con eso de que ha ido al centro?
Por centro me refiero a Asia Central y Oriental, al núcleo de Asia. Esta visita ha brindado la ocasión de reunir a muchas Iglesias locales de esta región. Pero no sólo ha dado pie a un encuentro de sus representantes eclesiásticos, obispos y cardenales, sino también de los numerosos fieles de estas Iglesias locales que se han reunido para dar la bienvenida al santo padre. Sin duda, el Papa los ha orientado con su gesto.
¿De qué países estamos hablando?
Estamos hablando -aparte de Mongolia- de países como China, Vietnam, Tailandia, Corea del Sur, Japón, Filipinas, Kazajistán, Kirguistán y Rusia.
¿Cree entonces que esta visita puede servir de guía a todos esos países?
En Asia en general -exceptuando Filipinas- los cristianos son una minoría que vive en condiciones más o menos difíciles, y aquí se han reunido con todas sus diferentes peculiaridades y características. Este viaje ha puesto de relieve, una vez más, la riqueza de estos países y regiones, y sin duda ha inspirado y confirmado a la gente en su fe.
¿Cree que este viaje aportará algo positivo a largo plazo?
Para los países que han afrontado el reto de una visita pontificia en el pasado, estas visitas representan un potencial. Tomemos, por ejemplo, el caso de Kazajistán, donde esto se ve claramente. La primera visita de Juan Pablo II, en octubre de 2001, tuvo consecuencias positivas para la Iglesia local, y también las tuvo la visita de Francisco, en septiembre de 2022, al aportar mucho alivio a los fieles a nivel jurídico y otros, resultando una situación mucho mejor para ellos.
La visita a Mongolia también supone un cambio positivo, y es importante aceptarlo como tal. Las condiciones aquí, en un país de mayoría budista, son muy diferentes a las de Kazajistán, pero creo que tanto el Estado como los creyentes se beneficiarán de esta valentía. Pero, naturalmente, hay que conceder un cierto tiempo a estos procesos, que no ocurren de la noche a la mañana.
A Mongolia ha acudido un gran número de creyentes y obispos de Vietnam. ¿Es ése también un país donde se espera alivio para los fieles?
Vietnam es un buen ejemplo de la evolución positiva de las relaciones entre los Estados comunistas y el Vaticano. Con ocasión de la visita del presidente al Vaticano -el 27 de julio de 2023- y en rondas de negociaciones preparadas con mucha antelación, se llegó a un acuerdo que puede calificarse de histórico: a partir de ahora habrá un representante del Vaticano residente en Vietnam. Tenemos la esperanza de que la situación de los católicos vietnamitas cambie significativamente como resultado de ello.
¿Y qué significa este viaje para la ayuda que presta ACN? ¿Tiene la fundación pontificia una misión específica que cumplir en Mongolia?
En este contexto es importante mencionar la creación de una Conferencia Episcopal de Asia Central en 2021, en la que Mongolia ha sido incluida recientemente. Se trata de una señal muy positiva. En el marco de esta cooperación, ACN se propone garantizar y desarrollar su apoyo a las Iglesias locales, incluidos los católicos de Mongolia. Esto será en proporción a su número, pero nosotros queremos contribuir a promover la existencia, las condiciones y las oportunidades de desarrollo de estas Iglesias locales.
El Papa se ha referido en repetidas ocasiones a la situación especial de los márgenes, de las periferias, ACN lleva tiempo intentando estar presente en esas zonas periféricas marginadas. Hemos estado reflexionando acerca de cómo adaptar nuestro apoyo a las diferentes condiciones y realidades para hacer exactamente lo que el Papa está haciendo.
Aquí es importante entender por qué lo hacemos: si no apoyamos a estas Iglesias locales -pequeñas en número- en las periferias, poco a poco dejarán de existir, entonces el pronóstico es que las perderemos y no podremos reavivarlas. Hay que tenerlo en cuenta y por eso para ACN estos países son prioritarios.