Cuba: la valentía de los carmelitas
Cierre, aislamiento forzado, parálisis económica, distanciamiento social. Las medidas de Covid impuestas por los gobiernos de todo el mundo han caído duramente sobre muchos religiosos contemplativos, ya que dependen de la ayuda externa. Sin embargo, continúan confiando en Dios y orando por la curación del mundo. Sor María del Rosario es la Superiora de las Carmelitas Descalzas de Santa Teresa de
Ávila en La Habana, capital de Cuba. Nos escribe desde su cuarentena para decirnos qué necesitan: leche, pan, jabón, medicinas, desinfectante y dinero para el teléfono y la luz. Su país se ha hundido en una espiral descendente de pobreza a causa de la pandemia, porque depende en gran medida de las importaciones y el turismo para mantenerse a flote económicamente. La
las fronteras están cerradas y muchas mercancías ya no pueden llegar al país. La falta de elementos higiénicos y de protección dificulta la lucha eficaz contra la pandemia, lo que provoca un cierre económico aún más amplio en aún más áreas. Luego está la falta de servicios básicos.
Los trabajadores ya no pueden hacer su trabajo, las enfermeras no pueden visitar: la incertidumbre sobre el futuro se cierne sobre todo. Pero las Hermanas Carmelitas recurren a las sabias palabras de su fundadora, la santa Doctora de la Iglesia, Santa Teresa, quien escribió en su Camino de Perfección que para quienes viven en el amor de Dios, “No tenemos nada que temer, solo esperar». Ciertamente, “envía a los contemplativos cruces más pesadas que a los demás”, pero al mismo tiempo “lo primero que hace nuestro Señor cuando los ve vacilar es darles ánimo”. Ahora las Hermanas quieren compartir este valor con los demás. Piden “nuestras oraciones, que en medio de esta situación crítica [ellos] sean una llama de esperanza para el pueblo, que tanto sufre”, tal es el llamado de estas almas contemplativas. Les hemos prometido nuestro apoyo. Su presencia fortalece no solo a Cuba.