Brasil: Sembrando las semillas del Evangelio en el Amazonas
Con el apoyo de Ayuda a la Iglesia que Sufre, los frailes capuchinos se dedican a evangelizar y ayudar a los indígenas ticuna, contribuyendo así a la preservación de la selva amazónica.
«Nunca he salido de este lugar, no sé nada del mundo, pero creo en Dios, Él me da la vida eterna. Llamé a los frailes de aquí para bautizar a mis hijos. No quiero que nadie muera sin haber conocido a Dios. Ahora, los nombres de todos mis hijos están escritos en el cielo».
Así habla Sônia Pinheiro, subjefe, de la aldea de Enepu, de la tribu ticuna, refiriéndose no solo a sus hijos biológicos, sino a toda su comunidad.
Para llegar a Enepü, los capuchinos de Belém do Solimões, -cuyo convento está ubicado en la peligrosa región de la Amazonia brasileña que limita con Colombia y Perú- tienen que viajar cuatro horas en barco y más de seis horas en una incómoda canoa, la única embarcación capaz de navegar por las estrechas vías fluviales locales. Sin el apoyo material, como la gasolina proporcionada por Ayuda a la Iglesia que Sufre (ACN), la misión de los frailes sería casi imposible.
La comunidad, donde vive Sonia Pinheiro, está formada por 30 personas, aunque ella dice que no puede afirmar cuántos son exactamente, porque en el idioma de los ticuna no existen números superiores al 10. Aun así, conoce a cada miembro por su nombre y los tiene a todos cerca de su corazón, como haría una madre.
Dice que los frailes son los únicos forasteros que vienen a visitarles. Otros grupos que llegan a la zona suelen estar armados y solo están interesados en destruir la selva. Su cultura tradicional ya tenía el concepto de un Dios, pero dice que se han sentido mucho más amados desde que se enteraron de que Jesús también vino al mundo por ellos y que tienen una Madre intercediendo por ellos en el cielo.
Protegiendo la cultura, protegiendo la tierra
Los capuchinos llevan viviendo en esta región desde 1910. Mucho antes de que el ecologismo fuera un tema tan de moda, ellos ya ayudaban a los nativos a que no tuviesen que abandonar sus tierras, protegiendo su cultura e introduciendo el Evangelio en sus vidas.
A lo largo de este tiempo, la comunidad franciscana ha sido testigo de cómo se engaña a las poblaciones indígenas para que abandonen sus tierras. La región queda devastada en apenas seis meses debido a la tala de árboles, la pesca furtiva, la caza y la minería, el tráfico de drogas y otras prácticas peligrosas. Los nativos son, en realidad, los guardianes naturales de estos bosques, explican los capuchinos.
Así como ayudaron a salvar a los ticuna de la esclavitud en siglos anteriores, en la actualidad, los frailes ayudan a las nuevas generaciones a no caer en formas modernas de esclavitud, como el alcoholismo y el suicidio, que aumentaron bruscamente a medida que la modernidad avanzaba en la selva tropical. La herramienta para lograrlo siempre es la misma: vivir el Evangelio entre ellos.
«Cuando llegué aquí por primera vez, sentí enseguida una profunda alegría por vivir con un pueblo humilde, personas que evangelizan a través de su vida y que me han ayudado a ser un mejor franciscano. Creo que a san Francisco le hubiera encantado vivir aquí entre ellos, porque tienen una sencillez natural, además de fraternidad y armonía con la naturaleza. La naturaleza es su hogar, y saben dejarse cuidar por la ella. Si me perdiera aquí, podría sobrevivir tres o cuatro días, pero ellos saben cómo hacer refugios, encontrar comida, agua e incluso medicinas en la naturaleza», dice fray Paolo Braghini, quien actualmente dirige la misión de Belém do Solimões.
La comunidad de Enepü es un ejemplo de esta relación con su entorno. Son los nativos quienes sostienen a los frailes capuchinos, compartiendo con ellos sus frutos, pescados y cualquier otra cosa que pescan o recogen. Sin embargo, los nativos no pueden ayudar aportando medios para su trabajo de evangelización, como barcos o combustible para visitar otras comunidades, o una casa para acoger nuevas vocaciones. Por ello, los frailes agradecen profundamente el apoyo recibido por parte de ACN.
En lugar de imponer sus propias costumbres, los frailes hacen todo lo posible para aprender de los ticuna, lo que incluye tratar de dominar el difícil idioma, aunque, dice fray Paolo, «las palabras no son muy importantes para ellos. Escuchan con el corazón. Tienen una sensibilidad muy aguda, fuerte y bien afinada, entienden con el corazón. Si te entregas a ellos por completo, entonces ellos darán sus vidas por ti. Pero si tienes un prejuicio contra ellos, lo entenderán de inmediato».