Armenia: Iglesia de mártires
Marco Mencaglia es, desde hace año y medio, el responsable de los proyectos de ‘Ayuda a la Iglesia que Sufre’ en Armenia, entre otros. En cuanto la situación de la pandemia lo permitió, visitó Georgia y Armenia por primera vez. El propósito del viaje era conocer de primera mano la situación en el país, así como evaluar las posibles formas de colaboración de ‘Ayuda a la IIglesia que Sufre’ con la Iglesia local.
Kira von Bock-Iwaniuk lo entrevistó a su regreso.
Armenia, un país que perteneció al antiguo mundo cristiano, es hoy un enclave cristiano en un entorno islamista cada vez más hostil. ¿Ha podido encontrar muchas coincidencias entre Georgia y Armenia o la situación en ambos países es completamente diferente?
Georgia y Armenia son países vecinos pero completamente diferentes en cuanto a historia, cultura, lengua e incluso alfabeto. Sin embargo, a nivel eclesiástico podemos observar varias similitudes. En ambos, la Iglesia católica representa a una pequeña minoría y su presencia institucional es relativamente joven, lo cual no le impide realizar una extraordinaria labor en el ámbito social a través de Cáritas y las congregaciones religiosas. Además, la historia de la fe cristiana es excepcionalmente rica en ambos países: Armenia y Georgia fueron los primeros países del mundo en adoptar el cristianismo como religión oficial ya en el siglo IV. Pese al avance de la secularización, ambos países siguen ocupando el primer lugar, entre los 34 países europeos, en cuanto al número de adultos creyentes en relación con la población total, según un estudio del Pew Research Center de 2018.
Por último, ambos países están sometidos a una constante presión a raíz de los graves conflictos armados en Abjasia y Osetia del Sur y, más recientemente, en el Alto Karabaj. La dramática pérdida de vidas y la necesidad de hacer frente al gran número de refugiados han ocasionado serias dificultades a los respectivos Gobiernos.
¿Podría decirnos cuál es el mayor desafío para la Iglesia en Armenia?
La Iglesia católica está presente en Armenia casi exclusivamente en las regiones del noroeste del país y también hay algunas parroquias en el suroeste de Georgia, al otro lado de la frontera. Se trata de zonas pobres e inhóspitas, ubicadas a más de 2.000 metros de altitud, donde los inviernos son duros y duran hasta seis meses. Allí, la tasa de desempleo es muy alta y la emigración, permanente o estacional, a los países vecinos es la única opción para muchos. En un contexto así, resulta comprensible que la Iglesia se dedique intensamente a la labor social en favor de los más vulnerables con el fin de infundir esperanza y ofrecer una alternativa al abandono del país.
La Iglesia también promueve activamente las nuevas vocaciones, ya que el número de sacerdotes y religiosas es muy limitado en comparación con las necesidades reales de los fieles. Al igual que la Iglesia católica georgiana, la de Armenia carece de seminario mayor propio, por lo que los futuros sacerdotes se reparten entre varios seminarios de Europa Occidental. El proyecto de un seminario en Gyumrí -la sede episcopal- está actualmente bloqueado por falta de fondos.
Armenia no solo ha sufrido un genocidio, sino que también se ha visto sacudida por catástrofes naturales -el devastador terremoto de 1988- y, más recientemente, por otra catástrofe provocada por el hombre, como la expulsión de los armenios de Nagorno Karabaj. ¿Todavía se perciben repercusiones de ello? ¿Qué hace la Iglesia para aliviar el sufrimiento? ¿Puede ACN prestarle algún apoyo?
El terremoto de 1988 afectó precisamente a las zonas habitadas por los católicos, en el noroeste del país. La respuesta de la Iglesia en el ámbito social ha sido, como ya he dicho antes, muy significativa. La crisis más reciente está relacionada, naturalmente, con la acogida de las familias huidas del Alto Karabaj: en la situación de emergencia de otoño de 2020, fueron más de 90.000 personas. La red de asistencia internacional pudo satisfacer las necesidades más urgentes en el primer año después del conflicto. El problema surge ahora, que los ojos del mundo ya no están puestos en Armenia, porque el flujo de ayudas se ha reducido drásticamente. Muchas familias cristianas lo han perdido todo y la gran mayoría son madres con hijos que siguen viviendo en condiciones precarias. Tras el viaje, ACN ha aprobado una ayuda de emergencia para estas familias.
ACN viene apoyando desde hace años las iniciativas pastorales del ordinariato católico armenio para Europa del Este, especialmente los campamentos de verano para jóvenes. Dado que el ordinariato, con sede en Armenia, es también responsable de los fieles católicos armenios de Georgia, Rusia, Ucrania y otros países de la región, estas actividades tienen una dimensión internacional. Con más de 200.000 fieles, es la jurisdicción con mayor número de fieles de toda la Iglesia católica armenia.