Líbano. “La gente de Tiro siempre fue pobre, pero ahora está sumida en la miseria”
Tiro se menciona en los Evangelios como uno de los lugares a los que acudió Jesús tras enfrentarse a los fariseos en Galilea. En su día fue una ciudad mayoritariamente maronita, mientras que ahora, los cristianos representan a menos del 30% de la población. Muchos de ellos son tan pobres que sobreviven sólo gracias a la ayuda de la Iglesia y a los paquetes de alimentos financiados por ‘Ayuda a la Iglesia Necesitada’.
La situación de Salim Assaf es representativa de lo que en la actualidad es la vida de muchos en el Líbano. Antes, era taxista y llevaba a los turistas por la hermosa ciudad costera de Tiro. El coche era alquilado, pero como ganaba cerca de 100 dólares al día, él y su familia se las arreglaban bien.
Entonces, llegó la crisis financiera libanesa y la moneda local empezó a desplomarse. En poco tiempo, el valor de la libra se devaluó hasta la vigésima parte, mientras que los precios de la mayoría de los productos, incluido el combustible, se mantuvieron iguales o incluso subieron. Al no poder pagar el combustible, Salim tuvo que devolver su coche y dejar el negocio del taxi. Sin ingresos fijos, también perdió su casa y tuvo que trasladarse con su mujer y sus cinco hijas -una de ellas con discapacidad mental- a un pequeño apartamento de una habitación propiedad de su padre, Elies, que ahora vive con ellos.
Cuando, en abril de 2022, un grupo de representantes de las oficinas nacionales de la fundación internacional Ayuda a la Iglesia que Sufre (ACN) lo visitó, Salim llevaba ya ocho meses en paro. Su mujer tampoco trabaja, pues se dedica plenamente al cuidado de sus hijas, que dejaron de ir a la escuela porque la familia no puede pagar los billetes de autobús. Sin embargo, María, la mayor de las niñas, sueña con ser médico.
La casa donde viven necesita urgentemente reparaciones, pero no pueden permitírselas. En el dormitorio, donde duerme toda la familia, se ha derrumbado parte del techo, el abuelo, Elies, duerme en un sofá en la cocina, la otra habitación de la casa.
Cada dos meses, la Iglesia maronita entrega a esta familia un paquete de alimentos financiado por ACN. “La gente pide constantemente ayuda a la Iglesia”, explica el P. Yacoub Saab, un sacerdote local. “Se han vuelto muy dependientes de los paquetes de alimentos. Siempre fueron pobres, pero la crisis los ha hundido en la miseria”, concluye.
Los Assaf son una de las 150 familias cristianas -unas quinientas personas en total- que siguen viviendo en Tiro. Antes, la Iglesia católica maronita representaba a la mayoría de la población, oficialmente todavía hay quinientas familias cristianas en los registros, pero la mayoría ya se ha ido -sobre todo, después de la guerra de 2006 con Israel- en busca de una vida mejor. En la actualidad, la inmensa mayoría de los residentes son musulmanes chiíes.
En la zona céntrica de Tiro, cerca de la catedral maronita, el grupo de ACN se reúne con Thérèse en un dormitorio que también hace las veces de sala de estar. Desde el exterior, la casa tiene un aspecto impresionante, pues está hecha de bloques de piedra maciza, con arcos que presuntamente datan de la época de los fenicios. Sin embargo, además de un gran patio, sólo hay dos dormitorios y un pequeño baño con un fregadero donde también se cocina, y si se observa con detenimiento, se descubre que las paredes están cubiertas de humedad. Los pocos elementos decorativos que cuelgan de ellas son casi todos recortes de papel de figuras religiosas como Jesús, la Virgen y san Marón, el fundador de la Iglesia maronita.
Thérèse, de sesenta años de edad, solía vivir allí sola con su marido Boulos, diez años mayor que ella. Ahora, sin embargo, tienen que compartir su humilde casa con su hija y sus dos nietas, que han regresado a Tiro tras un difícil divorcio. Sus otros dos hijos están en el Ejército y ayudan con lo que pueden, pero no les sobra mucho, quizá cuatro dólares al mes. “Antes, un sueldo en el Ejército equivalía a unos 1.300 dólares que bastaban para todo un mes. En cambio, ahora equivale a unos sesenta dólares”, explica Thérèse.
Thérèse recuerda que antes podía comer carne roja y pollo con regularidad, pero esos días parecen muy lejanos. Su marido, que solía ser pescador, a veces consigue trabajo limpiando pulpos para los restaurantes locales, cuando lo hace pueden permitirse algunas manzanas para las nietas, pero eso ocurre muy de vez en cuando.
“Sólo podemos comer gracias a los paquetes de comida”, cuenta Thérèse a sus visitantes. La Iglesia también le proporciona medicamentos para sus diversas enfermedades, incluida la diabetes, siempre que es posible.
“Todos los días vamos a la iglesia a rezar”, asegura Thérèse que, a pesar de su pobreza, da gracias a Dios por lo que tiene, también reza porque sus nietos resistan la tentación de abandonar Tiro o emigrar del Líbano.
“Como pueden observar, Tiro parece una hermosa ciudad turística, pero la pobreza a menudo está oculta en el interior de las casas”, explica el P. Yacoub mientras guía al grupo de ACN por los serpenteantes callejones del antiguo barrio cristiano, cerca de la catedral, donde cada rincón exhibe un símbolo cristiano.
“Le estamos muy agradecidos a ACN por todo lo que hace por Tiro. Su labor es un signo de solidaridad entre cristianos, ojalá que un día finalice esta crisis para entonces ser nosotros quienes ayudemos a otros”, dice el sacerdote.
La diócesis de Tiro es una de las más pobres del Líbano. En total, incluidos pueblos y demás asentamientos de los alrededores, la Iglesia ha identificado a más de 2.600 familias necesitadas de ayuda. ACN financia, cada dos meses, para 1.500 de estas familias paquetes de alimentos que son distribuidos por un grupo de voluntarios de la Iglesia.
Este es uno de los numerosos proyectos apoyados por ACN en el Líbano. La fundación pontificia lleva décadas trabajando en el país, pero desde el inicio de la crisis financiera ha cuadruplicado su apoyo y continúa buscando formas de ayudar a los cristianos y a su Iglesia local a permanecer en el país y a vivir con dignidad.