Reabren el monasterio de San Elián en Siria, destruido por yihadistas
En una ceremonia especial en la que participaron cristianos y musulmanes juntos
ACN.- En agosto de 2015, los yihadistas del autodenominado Estado Islámico o Daesh (por sus siglas en árabe) habían sembrado la ruina y la devastación en el antiguo monasterio sirio de San Elián o Mar Elian, en el centro de Siria. Los radicales habían profanado brutalmente la misma tumba del santo, como si quisieran borrar lo que ellos también habían sabido reconocer como el corazón palpitante del santuario.
Ahora, siete años después, la vida, las expectativas y la gratitud de los cristianos de la región se agolpan de nuevo en torno a las reliquias de San Elián. Se puede vislumbrar un milagro que podría permitir que volviese a florecer un lugar de oración y de paz en torno a las reliquias del Santo para los cristianos sirios, y también para sus compañeros musulmanes.
Restauración pese a las dificultades económicas
El padre Jacques Mourad, quien fuera rector del santuario durante su destrucción y quien fue también secuestrado durante largos meses, relata el intenso trabajo realizado con la esperanza de ver florecer de nuevo a San Elián. Un trabajo realizado en medio de las dificultades «ligadas a la situación económica de nuestro país debido a las sanciones impuestas». Los trabajos de restauración del monasterio -cuenta el padre Jacques- comenzaron en marzo con la construcción de un muro alrededor de la zona arqueológica, que antes de la guerra incluía también la antigua cripta y la tumba del santo. Los trabajos continuaron con la búsqueda y recogida de piedras antiguas entre las ruinas que aún se encuentran dispersas por el monasterio y que podrían utilizarse en la reconstrucción. Luego vino la reconstrucción de la cripta y la restauración de la tumba con la recuperación de los fragmentos antiguos encontrados.
El deseo – confía el padre Mourad – era «celebrar la fiesta de San Elián en el monasterio, y traer las reliquias del Santo», que habían sido encontradas y recogidas por el propio padre Jacques cerca de la tumba profanada y habían sido puestas a salvo en Homs. «Reliquias – continúa el sacerdote – que tienen un gran valor para todo el pueblo de Quaryatayn, donde se encuentra el monasterio: tanto para los que aún viven allí, como también para los que están en campos de refugiados y los que abandonaron el país para buscar un futuro mejor para sus hijos».
Cristianos y musulmanes juntos
El pasado mes de agosto, la iglesia, que había sido incendiada por los yihadistas, fue reparada y dotada de un nuevo altar: una restauración que se ha llevado a cabo sin eliminar por completo el negro de humo de las paredes, para que incluso en ese lugar de culto y oración queden huellas visibles de esa etapa de la historia reciente. Algunos jóvenes amigos musulmanes también se esforzaron por llevar a cabo juntos los últimos preparativos. Finalmente, el 9 de septiembre, día de la fiesta de San Elián, llegaron más de 350 personas en autobús procedentes de Damasco, Nabek, Homs, Sadad y Maskané, así como numerosos sacerdotes católicos sirios de todo el país.
A la ceremonia de re-consagración, presidida por Youhanna Jihad Battah, arzobispo siro católico de Damasco, asistió como invitado especial Mor Timotheos Matta al Khoury, arzobispo siro ortodoxo de Homs. Los dos obispos -cuenta el padre Jacques- ungieron con óleo la cripta reconstruida y la iglesia restaurada. Así, la ceremonia de consagración se convirtió en «una formidable ocasión para vivir la comunión entre las dos Iglesias hermanas», que en el pasado habían experimentado períodos de conflicto en torno a la propiedad del convento durante 200 años. Un asunto que había dividido a las dos comunidades, a pesar de que a veces los miembros de las dos parroquias pertenecían a las mismas familias.
Oraciones por los cristianos que ya no están
«El momento más conmovedor – comparte el padre Jacques – fue cuando las reliquias de Mar Elian llegaron a las puertas del monasterio, y desde allí un cristiano y un musulmán las llevaron y las colocaron delante del altar. Todos se alegraron ante la presencia del santo». En la cripta, los obispos ungieron con aceite la tumba restaurada de Mar Elian. Muchos amigos musulmanes del convento también estuvieron presentes en la liturgia eucarística, como signo de cercanía fraternal. «Después del largo viacrucis vivido por el pueblo sirio – comenta el presbítero-, no era fácil imaginar poder experimentar la alegría de un encuentro así. Definitivamente existe una fuerza que supera nuestros límites humanos». Tras la misa, un profesor de filosofía, en representación de la comunidad islámica de Quaryatayn, pronunció también un discurso, recitando versos de la Biblia y del Corán, al tiempo que pedía a los cristianos del pueblo que volvieran a sus casas y campos, que se habían secado.
«También rezamos -recuerda el padre Jacques- por todos los cristianos que antes llenaban estas iglesias con sus oraciones y cantos, dando gloria a Dios. Imploramos al Señor, para que estas Iglesias vuelvan a la vida, llenas de las oraciones de los cristianos que aman al Señor». Esta historia cristiana de renacimiento es un gran ejemplo de esperanza y fortaleza para una comunidad cristiana que sufre enormemente por su fé.