Etiopía: «Podemos vivir en una coexistencia pacífica»
Las luchas por el poder en Tigray, la provincia más septentrional de Etiopía, se han convertido en un conflicto sangriento. Los combates también se están extendiendo a la vecina Eritrea, país con el que Etiopía firmó la paz tras un decenio de conflicto armado. Los observadores advierten de una nueva catástrofe humanitaria en el Cuerno de África. Según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, 11.000 personas han huido de Etiopía al vecino Sudán a causa de los combates. Tobias Lehner, de la Fundación pontificia internacional «Ayuda a la Iglesia Que Sufre», ha mantenido una conversación sobre los antecedentes del conflicto y las posibilidades de un desarrollo pacífico con el príncipe Asfa-Wossen Asserate, sobrino-nieto del último emperador etíope Haile Selassie. Asserate llegó a Alemania como refugiado político en 1974 y trabaja como asesor de empresas para Oriente Medio y África, además de ser autor de bestsellers y analista político.
Príncipe Asserate: A la sombra de las elecciones en EE.UU, el largo y latente conflicto étnico se ha convertido en un conflicto militar. ¿Cómo se ha podido llegar a esta situación?
La culpa de este conflicto la tienen las milicias del «Frente de Liberación del Pueblo de Tigray» (TPLF, por sus siglas en inglés), que a principios de noviembre asaltaron por la noche una base militar del Comando Norte de Etiopía en Tigray y mataron a numerosos soldados. Etiopía tuvo que reaccionar a esto. Ese es el origen de esta guerra.
¿Cuáles son los motivos más profundos?
Llevo más de 30 años advirtiendo de este momento: la etnicización de la política llevará a la limpieza étnica. Eso es lo que estamos presenciando en este momento. Etiopía es el único estado del mundo que se llama a sí mismo «federación étnica».
La responsable de esta catástrofe actual es la constitución impuesta a los etíopes por el TPLF a principios de la década de 1990. Esta constitución de apartheid debe ser sustituida urgentemente por una nueva que haga de Etiopía lo que la mayoría de los etíopes ha querido desde hace al menos cincuenta años: un Estado federalista democrático.
¿Es decir, que el conflicto no afecta a todo el pueblo Tigray, sino sobre todo a TPLF?
Se trata exclusivamente del TPLF, un grupo marxista que antes de la caída del Telón de Acero tenía como modelo al régimen de Albania. Y no han cambiado en sus principales convicciones.
El TPLF ha dirigido Etiopía durante 27 años con mano de hierro y de acuerdo con normas racistas. Hace dos años, perdió el poder en la capital. Sus seguidores se retiraron entonces a su región de origen, Tigray, donde apoyaron y alentaron todo lo que se dirigía contra el estado etíope, incluyendo el asesinato de cristianos en el sur del país.
Etiopía es un estado multirracial, los Tigray son uno de los 120 grupos étnicos. ¿Puede producirse un efecto de atracción que amenace con desestabilizar toda Etiopía y con este país toda la región?
Así es como se describe en los medios de comunicación occidentales. Yo soy de otra opinión: si se consigue que el TPLF y sus aliados no tengan más influencia, se habrá logrado derrotar al mayor enemigo de la Unión Etíope. Los etíopes podremos entonces vivir en una coexistencia pacífica, como lo hemos hecho durante miles de años.
¿Se trata en este conflicto de luchas étnicas o tiene también un componente religioso?
Las luchas actuales no tienen ningún componente religioso. Tigray es la más cristiana de todas las provincias etíopes. Sobre todo Axum (la capital del Reino de Axum, del que posteriormente surgió Etiopía, nota de la redacción) es la base de la cultura etíope y de toda su civilización. La primera iglesia y también la primera mezquita del país fueron construidas en Axum.
Sin embargo, usted antes hablaba de ataques anticristianos también con la participación del actual partido de guerra TPLF. ¿De qué se trata?
Esto ocurrió en el verano, en el territorio de los Oromo (el grupo étnico musulmán más numeroso de Etiopía, nota de la redacción). El «Frente Islámico para la Liberación de Oromo» junto con el OLF-Shene («Frente de Liberación de Oromo») seleccionaron deliberadamente a cristianos ortodoxos etíopes y los masacraron literalmente. Hoy sabemos que estos dos grupos han recibido ayuda económica, política y de armas del TPLF. El TPLF no tiene ningún interés por la cultura o la religión etíope. Para ellos, se trata de fenómenos reaccionarios.
El Primer Ministro Abiy Ahmed Ali, que pertenece al pueblo Oromo, estaba considerado un gran símbolo de esperanza e incluso recibió el Premio Nobel de la Paz por su acuerdo de paz con Eritrea. ¿Ha fracasado en el manejo de las tensiones étnicas en su país?
No. Abiy Ahmed está haciendo lo que es preciso: proteger la integridad y la soberanía de Etiopía. Ese es, en definitiva, su cometido. Es derecho de todo Estado garantizar su integridad territorial y su soberanía nacional por todos los medios.
El conflicto se está extendiendo también a Eritrea. Según confirmó el TPLF, también se dispararon misiles desde Tigray hacia el país vecino. ¿Qué significa esto para el proceso de paz entre Etiopía y Eritrea?
Etiopía y Eritrea luchan conjuntamente contra el TPLF. ¡Quién lo hubiera dicho! Los viejos problemas entre Etiopía y Eritrea se han solucionado. Esta paz es duradera.
La mayoría etíope es cristiana, el país se cuenta entre las naciones cristianas más antiguas del mundo. ¿Qué papel puede o debe desempeñar la Iglesia en este conflicto?
Cuando, en el verano, fueron asesinados miles de cristianos etíopes, sobre todo las Iglesias ortodoxas de Europa lo condenaron fuertemente. Por el contrario, las Iglesias occidentales se mostraron mucho más distantes. Espero que los líderes de las Iglesias occidentales no se comporten de la misma manera que los gobiernos seculares, que persiguen la llamada «Realpolitik» frente a África y se arrodillan ante los regímenes autoritarios. Este no puede ser el camino para las Iglesias cristianas, todo lo contrario: deben gritar y criticar la situación allí donde no se obedecen las leyes de Cristo, además de ayudar siempre que sea posible.
«Ayuda a la Iglesia Que Sufre» viene apoyando numerosos proyectos en Etiopía, sobre todo para la minoría católica. Los programas de ayuda se centran en la construcción y rehabilitación de iglesias, así como en la formación de sacerdotes y religiosos, en la formación de catequistas y programas pastorales en las parroquias, en particular en la atención espiritual de jóvenes.