6 meses de guerra en Ucrania: «El Señor nos puso aquí para servir», dice el obispo de Kharkiv
Járkov es una ciudad enorme, con una población de 1,7 millones de habitantes antes de la guerra, y que está a sólo unos 20 km de la línea del frente. La guerra tiene un efecto dramático en la vida de las personas y, mientras este conflicto completa su sexto mes, la escala de las pérdidas y la destrucción en Ucrania sigue aumentando. Después de haber hablado con la fundación internacional Aiyuda a la Iglesia que Sufre (ACN) sobre las condiciones generales de la diócesis latina de Járkov-Zaporiyia, el obispo Pavlo Honcharuk se centra ahora en las formas en que la Iglesia intenta ayudar y adaptarse a la nueva situación.
Los niños son los miembros más vulnerables de la sociedad, especialmente en tiempo de guerra. ¿Sigue habiendo niños en Járkov? ¿Cómo los está ayudando la Iglesia?
Todavía hay un buen número de niños. Suelen estar en refugios antibombas y tratamos de ayudarlos. Por ejemplo, les damos juguetes. Los niños experimentan las cosas de una manera completamente diferente, pues, aunque vivan en sótanos o refugios, ellos corren y juegan; viven en un mundo paralelo. La Iglesia ayuda a las familias y les da productos de higiene, alimentos, etc.
¿Cuándo podrán volver los niños a la escuela y los estudiantes a la universidad? ¿Cómo es su futuro a corto plazo?
Si la situación empeora, probablemente no habrá educación a tiempo completo ni para los niños de escuela primaria ni para los bachilleres o universitarios, porque en Járkov podemos ver muchos colegios que han sido blanco de misiles. No sé exactamente cuántos colegios han sido destruidos, pero al menos veinte, también muchas guarderías. Por eso, es peligroso reunir a un gran número de niños en un solo lugar.
Si alguien sigue atrapado en la fantasía de que Rusia solo está bombardeando instalaciones militares, no sólo se equivoca, sino que se engaña gravemente. Empresas, hospitales, colegios, universidades, guarderías y viviendas han sido destruidas. ¿Cuál es el objetivo de disparar a edificios residenciales y mercados? También han destruido pueblos, algunos sencillamente han sido arrasados. ¿Cuál es el propósito de esto?
¿Cómo es el trabajo pastoral en los hospitales de Járkov?
Hay un hospital militar donde trabaja nuestro capellán castrense, junto con un sacerdote de la Iglesia ortodoxa ucraniana. Los sacerdotes también visitan los otros hospitales de la ciudad, que también atienden a los heridos. Una de las cosas más difíciles para mí fue ver a un niño de tres años tendido en una cama, herido durante un bombardeo. No es claro si sobrevivirá. Él está allí solamente porque alguien quiso una guerra. Aquí uno se siente impotente. Por otro lado, también soy consciente de que el Señor me ha puesto aquí para servir.
¿Mantienen los sacerdotes contacto con los feligreses que han salido del país o se han ido al oeste de Ucrania donde las cosas están más tranquilas?
Por supuesto, los sacerdotes mantienen contacto con los que se han ido a otros lugares del país y fuera de él. Han creado grupos en las redes sociales, donde pueden darse apoyo, aprender y ayudarse unos a otros. Los sacerdotes que tienen feligreses en los territorios ocupados trabajan de manera similar. También mantienen contacto con ellos en la medida de lo posible. Aunque depende de la situación y a veces no es posible ningún contacto.
¿Cómo hace la Iglesia para ayudar en situaciones en las que un miembro de la familia está en cautividad o ha sido deportado?
Hay prisioneros de guerra. Algunas veces se me acercan sus familiares y me piden ayuda para contactar con el otro bando para sacarlos de alguna manera de allí. Pero yo no tengo ningún contacto con el otro bando; solo me queda escuchar a esa persona y apoyarla. Muchas personas quedan en los territorios ocupados y las familias quedan separadas.
Conocí a un soldado que puede ver su casa con binóculos desde su posición en el frente de guerra. Su esposa y sus dos hijos quedaron en territorio ocupado. Cada día él puede ver a su esposa y a sus hijos desde lejos, pero no tiene contacto con ellos. No los puede llamar. Dice que quisiera abrazarlos, pero no puede hacer ni siquiera una señal.
También hay verdaderas tragedias de personas que han terminado en los campos de filtración de Mariúpol, donde los niños son separados de sus madres. Si alguien tiene algo en contra de una de ellas, crean alguna sospecha y es inmediatamente enviada a prisión y la separan de sus hijos. Hay muchas historias trágicas como estas, muy dolorosas, y no sé bien cómo pueden ayudar los sacerdotes.
¿Piensa que ahora la gente acude más a los sacerdotes a pedir ayuda? ¿Cómo es la atención espiritual de la Iglesia en este tiempo?
Sí, la guerra rompe el sentido superficial de estabilidad y seguridad de las personas. Algunas personas se ofrecen como voluntarias porque de esta manera es más fácil hacer frente a una emergencia; pero la persona de fe sirve porque sabe en quién cree y por qué está ayudando. Esta actitud es una fuente de luz para las personas que no conocen a Dios. Esta es nuestra misión: ayudar a las personas y llevarlas a Dios. Como sacerdotes y laicos nuestra misión es estar siempre atentos porque no sabemos cuándo y quién el Señor pondrá a nuestro lado. Esta guerra ha desvelado el profundo anhelo de Dios en las personas.
En el hospital, visité a una pareja de esposos que habían vivido juntos por sesenta años. Rezamos juntos, después el esposo comentó que había sido la primera oración de su vida y que lo había llenado de alegría. Tres días después, me enteré de que había muerto. Su esposa me dijo que en todos esos años nunca lo había visto tan feliz. Estaba muy agradecida. Su esposo nunca fue creyente, pero tres días antes de su muerte encontró a Dios.
¿Existe cooperación con otras denominaciones cristianas?
No existe cooperación ecuménica en el sentido de que hagamos proyectos juntos; pero hablamos y compartimos experiencias. Por ejemplo, el distrito de Kholodnaya Gora -que quiere decir Colina Fría- donde vive Mons. Mitrofan, obispo de la Iglesia ortodoxa ucraniana, era una zona muy expuesta a los misiles. Cuando le invitamos a quedarse con nosotros, estuvo casi cuatro meses. Viajamos juntos, visitamos enfermos en el hospital, a gente en las estaciones del metro cuando funcionaban como refugio, etc; él con su ropa episcopal y yo con la mía. Ese fue un gran testimonio. Tenemos también contacto con algunas Iglesias protestantes y con la comunidad judía, así como con diferentes voluntarios o emprendedores.
¿Tiene un mensaje para los benefactores de ACN que están ayudando a Ucrania y a su diócesis?
¡Estoy sinceramente agradecido! Que estas palabras de Jesucristo sean su inspiración: “Todo lo que hicisteis por uno de mis pequeños, a mí me lo hicisteis” (Mt 25, 40). Dejad que estos versos os fortalezcan cuando el cansancio se apodere de vosotros. Sepan que Cristo está aquí y que necesita de vuestra ayuda. Cristo está en estas personas que sufren, y ellas necesitan su ayuda. Ayudándolas, algún día oirán de Él: “Gracias por ayudarme, porque entonces tenía hambre, frío, y tú me ayudaste. Entra en el Reino de los Cielos». ¡Que Dios les bendiga!